La catedral de Santiago

Tiene origen románico, puesto que las obras de construcción se iniciaron en el siglo XI, bajo el reinado de Alfonso VI y el patrocinio del obispo Diego Peláez. Fue construida debido al descubrimiento en la zona del antiguo sepulcro del Apóstol Santiago el Mayor, cuyos restos fueron sepultados en el siglo I y encontrados ocho siglos después por un eremita. Si quieres conocer más sobre la figura de este Apóstol, pincha aquí.

El descubrimiento de los restos del Apóstol Santiago fue la mecha que encendió el fuego, fuego entendido como atractivo de lugar de peregrinación. A partir de ese momento, Santiago se convirtió en la meta de peregrinaje más popular de Europa, activando toda una serie de beneficios que la llevarían a ser una de las ciudades más importantes de occidente en la Edad Media. Mientras la estructura de las naves del edificio se conservó prácticamente intacta, con el tiempo los espacios se fueron adecuando a las circunstancias y modas, con lo cual, elementos góticos, renacentistas y especialmente barrocos se fueron integrando.

El cambio más significativo se produjo en el siglo XVIII, cuando tomó el relevo el estilo barroco, dando forma, entre otras cosas, a la fachada exterior del Obradoiro que hoy día conocemos. Referencia obligada hablando de la catedral Compostelana es la del “Botafumeiro” (“Bota” de botar -hechar- y “fumeiro”, que podríamos traducir como humo/humareda). No es más que un megainciensario, como todos los utilizados durante el culto cristiano en las celebraciones religiosas para purificar y odorizar el lugar, solo que se había de conseguir esto a gran escala. Se trataba de una catedral que podía albergar realmente un número muy alto de peregrinos (pensad en el tremendo tamaño que tenía para la época y dimensión de la ciudad el hospital de peregrinos adyacente), y esos caminantes de antaño no venían disfrutando de duchas en cada etapa y transporte de mochilas. Así es que, sencillamente, el olor en el interior del templo, no era en ocasiones especialmente agradable. Ahí entró el ingenio para pensar en una solución tal que ”a grandes males, grandes remedios”, y se desarrolló el concepto de la necesidad de un gran inciensario (el mayor del mundo) con un recorrido que barriera al completo uno de los ejes de la cruz de la planta catedralicia. En efecto, no hemos cambiado mucho, la idea es la misma de hoy día: seguimos produciendo productos para disimular nuestros malos olores.

Por cierto, hablando de peregrinos y otras épocas, una reflexión: en la actualidad todos acordamos que el Camino de Santiago, especialmente cuando se hace desde una distancia que precisa semanas para su conclusión, es un camino largo, emotivo, de superación y reflexión personal. Pero, referente especialmente a su longitud ¿cuántos nos hemos parado a pensar en como habían de volver a sus casas los peregrinos? El camino era totalmente pedestre, la mayoría de las veces en los dos sentidos. Fuerza de voluntad y coraje no debían de faltar.

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